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¿Te has sentido avasallado?



“Quien procede injustamente es más desgraciado que la víctima de su injusticia” - Demócrito


Desde chicos hemos oído que no debemos meternos con Sansón a las patadas. Tenemos que reconocer que pelear en desigualdad de fuerzas no es buena idea.

Recuerdo que alguna vez mientras manejaba a Cuautitlán, un tráiler enorme me cerró el paso. Por supuesto que le toqué el claxon, porque yo tenía derecho de paso, pero el camión, confiado en ser diez veces más grande que mi cochecito, hizo caso omiso de mi claxon. Me quedé orillada en el camino, furiosa y sintiendo la frustración del abuso en cada una de las células de mi cuerpo. Como David frente a Goliat, pero sin honda, ni piedrita. Nada a la mano para poderle dar al gigantón su merecido.


Recordé el incidente de la carretera porque en esta semana me sucedió algo similar. Cómo he comentado otras veces en este espacio, vivo en un edificio con obras sin permiso alguno en áreas comunes que los vecinos se niegan a regularizar. De ocho departamentos, seis tienen problemas. Estas modificaciones y apropiaciones no solo ponen en peligro al condominio, sino que han hecho que de facto se modifiquen los indivisos, lo que ocasiona que tenga que pagar cuotas de mantenimiento por áreas que no puedo usar. Como son mayoría, me encuentro en la misma situación que con el trailer gandalla.


Después de un viacrucis* de instancias legales, decidimos llegar a un acuerdo. Me presenté a la oficina del abogado que ellos designaron (en el que “por protocolo” te quitan el celular) y escuché su propuesta monetaria. Era bastante menos de lo que en justicia me corresponde, pero pensé que valdría la pena sacrificar dinero a cambio de solucionar el problema. Les dije que leería con detenimiento los puntos del convenio que me proporcionaron y de estar todo en orden, firmaría al día siguiente. El convenio era un insulto. Nadie con un mínimo ética presentaría algo así sin sentirse avergonzado. Después de leerlo un muy querido amigo me dijo: “No sólo no podrías vender tu departamento, te obligan a reconocer un adeudo en cuotas de mantenimiento que están consignadas y a reconocer un indiviso menor del que tienes, sin darte un peso”. Como bien pueden suponer, no había ni una sola propuesta de su parte para legalizar nada. ¿Por qué pensaron que firmaría algo así? No lo entiendo.


Me sorprende cómo personas con apellidos rimbombantes que presumen de ser “sobrinos de tal” o "nietos de cual” y de sus contactos e influencias, pueden llegar a este nivel de bajeza y vivir tan tranquilos. Y no sólo eso. Hasta se hacen los ofendidos. Me los puedo imaginar diciendo: “¿Por qué se molesta de que le cobremos todos los meses mantenimiento de áreas que no puede usar? ¡Y todavía, se atreve a consignar únicamente la cuota por lo que sí usa! ¡Debería dejarse robar sin rechistar! Quitémosle todos los servicios y sus derechos condominales. ¡Humillémosla, pa’que aprenda! Además, ¿Quién se cree que es para tomar acciones legales en nuestra contra? Nosotros simple y sencillamente no queremos regularizar las obras que hicimos en áreas comunes, sin dar aviso a la alcaldía. No es grave. ¿Qué quiere que llamemos a un DRO? ¡Por Dios! Sólo es un elevador y 590 metros construidos en exceso de lo que autorizó la Alcaldía. ¡Qué no sea ridícula y no exagere, no pasa nada! Y bueno, todavía se atreve a pedirnos que movamos el asador de carbón que ponemos justo bajo su ventana. ¡¿Qué le pasa?! ¡Sólo llenamos su casa de humo y cochambre. ¡Qué se aguante porque no lo vamos a mover! ¿Saben qué? Qué nos demande, total, es mujer, está sola y nosotros somos más y tenemos más recursos para pagar abogados”.


Algo me quedó muy claro después de leer el convenio que me presentaron (además de que la legalidad les importa un comino): saben que son mayoría y, por lo mismo, se sienten muy cómodos al abusar del débil.

Tristemente, esto del abuso, no es un caso aislado, ni me sucede sólo a mí. Una mujer se arrodilló ante una diputada para suplicar por medicinas para su hijo y le dieron la espalda. Llaman “golpistas” a los padres de niños de cáncer. Vemos casos de justicia a modo. Ejemplos de avasallamientos, desafortunadamente, hay muchos. De corazón me solidarizo con ellos. Debemos sentir la misma rabia e impotencia: la sensación de ser víctima de una injusticia y de que nadie, nadie te auxilie, de estar frente a un gigante, sin armas, sin protección. Es uno de esos momentos en la vida en que de verdad quisieras creer en los cuentos de hadas, en los que príncipes valientes rescataban a heroínas, o de perdida en un súper héroe de cómic con capita y mallas, que ponga al abusivo en su lugar. Desafortunadamente, en la vida real, rara vez sucede.

¿Te has sentido avasallado?

Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, en mi cuenta de Twitter @FernandaT o enviando un correo a: info@neteandoconfernanda.com


*Cuando digo viacrucis no exagero. Además del maltrato y humillaciones vecinales, no saben qué difícil es tratar de que se haga lo correcto y resolver un problema de construcciones irregulares. Durante años, a fin de resolver el problema sola, he recurrido a mi Alcaldía, la ProSoc, Bansefi, (hoy Banco del Bienestar), la Dirección General de Consignaciones, el INVEA, la PAOT, juzgados, tribunales y la Fiscalía de la CDMX. No se pueden imaginar la cantidad de vuelta, copias, escritos, horas de espera que me hubiera ahorrado, si estas personas hubieran hecho las cosas bien y legalmente, a la primera. Eso, también es violencia. Nadie debería de pasar por algo así.


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