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Foto del escritorFernanda de la Torre V

¿Todos somos Loret?



“No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”. Voltaire


El pasado viernes 11 de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador exhibió lo que dijo ser los ingresos anuales del periodista Carlos Loret y lo comparó con su sueldo. No es la primera vez que el presidente ataca a la prensa o a periodistas pero sí es, en mi opinión, la más grave. No es un tema que se limita a un periodista y el presidente, es un tema que nos atañe a todos.


La libertad de expresión es la piedra angular de la democracia. Un indicador certero para medir el grado de democracia que alcanza un régimen político. Manifestar las ideas sin temor a represalias, indica que se reconoce el derecho a pensar diferente a quienes están al frente del gobierno.


La libertad de expresión es un derecho humano fundamental que fortalece a los demás derechos humanos y permite el desarrollo y progreso social. Es un concepto que data desde la antigua Grecia. A fin de lograr un cambio en la sociedad, es indispensable que podamos hablar libremente sin represalias. De lo contrario, perdemos ideas y verdades que se esconderán por temor a ser reprimidas. Una sociedad libre depende del libre (y respetuoso) intercambio de ideas.


Dada su importancia, y que siempre hay ideas que incomodan a otros y particularmente verdades que molestan a la autoridad, la libertad de expresión esta protegida por la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su Artículo 19 y en México, en el Articulo 6 de nuestra Constitución. Liu Xiaobo, defensor de los derechos humanos y Premio Nobel de la Paz en 2010, considera que: “La libertad de expresión es la base de los derechos humanos, la raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, es reprimir la naturaleza humana y suprimir la verdad”.


Por ello, un ataque a la libertad de expresión es un ataque a la sociedad. No importa si coincidimos o no con la persona atacada. Si tenemos puntos de vista diferentes. Si nos cae bien o mal esa persona. El ataque del presidente Andrés Manuel López Obrador –el hombre más poderoso del país–, al periodista Carlos Loret de Mola, va mas allá de filias y fobias o de las preferencias políticas o partidistas que uno pueda tener. Cito a al filósofo estadounidense Noam Chomsky: “Si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en ella en absoluto”.


El poder no debe amenazar a nadie. Tampoco puede exhibir los datos personales de los ciudadanos. Va en contra de la ley. Esto no se puede permitir al primer mandatario de un país democrático. El presidente López Obrador (quien como autoridad es responsable de proteger los derechos humanos y la libertad de expresión) no está por encima de la ley. Debe cumplirla a rajatabla. En lo que va del año, cinco periodistas han sido asesinados en nuestro país, lo que nos convierte en el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo. No podemos quedarnos callados ni mirar para otro lado. Como sociedad, debemos estar unidos para que los ataques a la prensa, o cualquier ciudadano, desde la conferencia matutina del presidente no vuelvan a presentarse.


Si nos quitan la libertad de expresión nos quedamos mudos y silenciosos y nos pueden guiar como ovejas al matadero” George Washington, primer presidente de Estados Unidos.


¿Todos somos Loret? Sí, lo somos. Mi solidaridad y apoyo a Carlos Loret de Mola. #TodosSomosLoret Buen domingo a todos. Gracias por leerme.


Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, en mi cuenta de Twitter @FernandaT o enviando un correo a: info@neteandoconfernanda.com




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1 Comment


Diego Echeagaray
Diego Echeagaray
Feb 13, 2022

¡Totalmente de acuerdo!

Este es un serio ataque a la más básica libertad de todos y cada uno.

Todos, en nuestra respectiva esfera y desde nuestra propia trinchera, estamos obligados a ponerle un alto a los atropellos del dictadorcillo bananero López. ¡No podemos quedarnos callados!


¡Un fuerte abrazo, Fernanda!

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