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  • Foto del escritorFernanda de la Torre V

Sin foto con el Rey Carlos III


Mientras escribía este artículo, a unas horas de que iniciara la coronación de Carlos III, me topé con un video del Rey saludando amablemente a unos fanáticos que acampaban para presenciar mañana la ceremonia. El Rey, acompañado de los Príncipes de Gales, bajó de su auto y fue saluda

ndo e intercambiando algunas palabras con los asistentes. Recordé que hace algunos años, me sucedió algo parecido cuando cubrí su visita en 2014 (la quinta a este país ya que lo había visitado antes 4 veces: en 1966, 1970 1993 y 2002) cuando procedente de Colombia, el entonces Príncipe de Gales y su esposa entonces Duquesa e Cornwall, viajaron a México para inaugurar el Año Dual 2015: el Año del Reino Unido en México y México en el Reino Unido.


El lunes 3 noviembre de 2014 fue un día largo. Durante la mañana, me había cubrir la visita en Palacio Nacional dónde el entonces presidente Enrique Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera les dieron la bienvenida a nuestro país y después, conjuntamente, anunciaron el Año Dual Reino Unido – México 2015 (Una muy buena noticia, un intercambio positivo para ambas naciones). Después, por la tarde, debía reportar sobre su visita al Museo Antiguo Colegio de San Ildefonso. Como es de esperarse, en eventos de esta naturaleza hay ciertos protocolos que los reporteros debemos de respetar como: la puntualidad y el debido registro. En esa ocasión, entre otras cosas, nos pidieron que no nos tomáramos selfies con Sus Altezas Reales y no habláramos con ellos.


Procedo a transcribir mis memorias de ese día: En San Ildefonso, después de visitar la exposición del artista británico Michael Landy, el entonces príncipe Carlos conversó con estudiantes mexicanos de la Universidad de South Hampton y posteriormente visitó la sala dónde se presentaba el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (cuyo trágico destino no podía entonces saberse). Con atención, escuchó con atención la explicación que le dio el arquitecto Fernando Romero. Al salir, el príncipe saludaba a los asistentes del evento que que se formaban a su paso. Cuando se encontraba frente a mí, sonrió y me saludo como si me conociera. No pude creer que estuviera hablando conmigo. Quedé inmóvil, sin saber qué decir o hacer. Recuerdo que tenía ganas de mirar a mis espaldas para comprobar que no saludaba a alguien más. Finalmente, extendí la mano derecha y sonreí. Pensé que se iría, pero no, entonces el príncipe empezó a hablar y me dijo que me había visto antes en el día. ¿Estas cansada?, preguntó amablemente. Le respondí que, efectivamente, me había visto ya que estaba cubriendo su visita. No sabía muy bien qué hacer. Le mostré mi gafete de prensa acreditada y le mencioné el medio para el que trabajaba. Me preguntó un par de cosas más; le respondí sin estar muy segura de cómo debía dirigirme a él y se despidió sonriendo diciéndome: “Muy bien. Muchísimas gracias. He hablado con algunos miembros de la prensa el día de hoy”. “Gracias Alteza” dije sin saber si o no era la manera correcta de contestarle. El príncipe siguió su caminó hacia el salón.


En cuanto el príncipe dos pasos y empecé a preguntar a quienes estaban conmigo: “Alguno de ustedes tomó una foto o video del momento? Nadie. Ironías de la vida: estaba rodeada de reporteros y fotógrafos pero a ninguno se le ocurrió tomar fotos de ese momento. Miré a mi alrededor nuevamente con la esperanza de ver a un fotógrafo o camarógrafo de la embajada. Nada. No había evidencia fotográfica del saludo del Carlos de Inglaterra y la plática de 90 segundos. Momento que, probablemente, no vuelva a repetirse. Uno de mis compañeros dijo: “Qué mala pata”. Le di la razón. “Sí caray, qué mala pata”. Me lamenté por un rato por no tener la foto hasta que caí en cuenta del absurdo: en vez de estar contenta por el acontecimiento, estaba triste porque no tenía una foto del evento. Cómo si el que hubiera sucedido no fuera suficiente.

En estos tiempos en que las redes sociales son tan importantes, vivir algo no basta, hay que documentarlo y compartirlo. Si no tienes una foto o video para Twitter, Instagram, Facebook, es como si ese momento no existiese. Todavía no acabo de decidir si éste afán de subirlo todo a las redes es porque somos narcisistas y queremos presumirlo, o bien, porque tenemos una adicción a la retroalimentación que nos dan las redes. Lo que sí sé es que en cuando tomamos una foto muy buena solemos decir: “Está increíble. Es pa’l Insta”.

Sí, desde luego que me hubiera gustado tener una fotografía del saludo del Príncipe de Galés, hoy Rey de Inglaterra, pero como en muchas otras cosas, lo importante es que sucedió. En esto como en tantas otras cosas, parecería que estamos fuera de foco, dándole importancia a la anécdota y perdiendo de vista lo fundamental. Quizá el que me hizo ver la realidad, días después fue un comentario del que llevaba la prensa de la embajada británica cuando respondió a mi correo donde le enviaba lo que había escrito: “Caray, qué afortunada. Fuiste una de las pocas”. En ese momento supe, que como tantas otras historias de mi vida que están sin documentar fotográficamente, vivirá en mis recuerdos para siempre y eso era lo importante. Finalmente, los recuerdos viven en nuestra mente y nuestro corazón. Suceden para nuestro crecimiento personal, no para apantallar a nadie o recibir likes.


Buen domingo a todos y gracias por leerme.


Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, en mi cuenta de Twitter @FernandaT o enviando un correo a: info@neteandoconfernanda.com




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