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  • Foto del escritorFernanda de la Torre V

Si los muros hablaran - Teatro Ángela Peralta en Mazatlán



Dejemos que este emblemático lugar nos cuente su historia…


Hay encuentros que lo cambian todo, marcan tu vida. Llevo el nombre de una mujer pequeña, no muy agraciada, –por no decir fea–, gorda –por no decir obesa– con ojos grandes, pero saltones. Esa mujer poseía una de las voces más exquisitas que han existido; y las pocas horas estuvo entre mis muros, los marcaron para siempre.


Mi historia no ha sido fácil. Me han inaugurado tres veces y he tenido varios nombres. Sé lo que es resistir los vientos de los ciclones y los del abandono. Soy el Teatro Ángela Peralta de Mazatlán, Sinaloa y creo que tengo una historia que vale la pena escuchar. Júzguelo usted.


Me construyeron en Mazatlán en un puerto vibrante y próspero que atrajo la atención de europeos ―principalmente alemanes, franceses y españoles― que establecieron aquí y tuvieron prósperos negocios. Un empresario llamado Mario Rubio se dio cuenta que a esa prospera ciudad, no contaba con un teatro digno y en 1869 solicitó al Ayuntamiento permiso para construirme. Encargó al ingeniero Librado Tapia que pusiera manos a la obra y trajo los planos de Europa. Me construyeron con una fachada de dos plantas, sostenida por columnas. Al atravesar mi pórtico, se llega a un patio abierto en dónde un edificio con muros curvos estilo romántico te da la bienvenida. Don Manuel no escatimaba, partió a Europa a buscar decorados para mi. Quizá fue esta generosidad la que le causó la muerte, ya que el barco dónde viajaba, naufragó. Su viuda, continuó con el trabajo. El esfuerzo de Doña Vicenta se vio cristalizado con mi –primera– inauguración el 15 de febrero de 1874, en presencia de la crema y nata de Mazatlán. Me dieron el nombre de Teatro Rubio.


Desafortunadamente, Doña Vicenta Unzueta se vio obligada a venderme después de un pleito con el Ayuntamiento. Ella solicitaba una exención de impuestos que le fue negada so pretexto de que yo no estaba totalmente terminado. Cierto, faltaba la herrería de mis balcones, pero no era para tanto. Sea como fuere, mi vecino el Hotel Iturbide (otrora casa de la Familia Rubio) y yo, pasamos a manos de Juan Bautista Hernández. Vuelta a las obras. En mil 1881 fui nuevamente inaugurado con bombo y platillo.


Dos años después sucedió algo que me marcaría para siempre. Estaba todo listo para recibir a la única y magnifica Ángela Peralta. Aclamada en Europa, el ruiseñor mexicano nos deleitaría con una ópera. ¡Ah! Pero Dios se ríe de los planes de los hombres y eso no sucedió. Ángela Peralta contrajo fiebre amarilla en la embarcación que la trajo a Mazatlán y falleció entre los muros de mi vecino, el Hotel Iturbide. Entre la conmoción que causó la noticia, no percaté que ese suceso marcaría mis muros para siempre.


Ya en el siglo XX cambié de nombre a “Cine Ángela Peralta”. Pasé de mano en mano y el tiempo causó estragos. Ya no estaba yo para recibir ruiseñores ni a la gente bonita de Mazatlán.De cine pasé a vaudeville, salon de baila y arena de box. Para rematar, un ciclón vino a dejarme en ruinas en 1975. Más de dos décadas habrían repasar para que pudiera recuperar mi esplendor perdido. Gracias al interés de algunos ciudadanos y al Ayuntamiento, volvería a la vida. Pusieron manos a la obra y poco a poco, los espacios tomados por árboles y hierbas, fueron ocupados por butacas. Un precioso techo nuevo me liberó de los embates del viento. Mis muros fueron restaurados y pintados. Año tras año, me veía un poco mejor, hasta que en 1992 abrí nuevamente mis puertas. Dicen que la tercera es la vencida y en esa ocasión fue el señor presidente de la república quien se encargó de inaugurarme, esta vez con el nombre de Teatro Ángela Peralta.


Desde entonces, soy el corazón de los eventos culturales de la ciudad. Mis muros cobijan danza, música o festivales de arte. Pero más importante es que mis muros son el reflejo del amor de los habitantes de Mazatlán a su ciudad y el deseo de preservar su historia. Esta es mi historia, ahora dígame usted si ha valido la pena escucharla.


El Teatro Ángela Peralta de Mazatlán tiene una historia de supervivencia. Estoy segura de que muchos edificios en Acapulco, con el tiempo y nuestra ayuda, podrán contar historias de renacimiento y solidaridad.


Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, en mi cuenta de Twitter @FernandaT o enviando un correo a: info@neteandoconfernanda.com




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