Muchos consideran que soy uno de los edificios más interesantes en Europa, no puedo desmentirlos. Debo mi existencia a un emperador romano y mi fama a un arquitecto escocés. Dentro de mis muros hay una ciudad que vibra, siglos después de mi construcción, lo que me hace único.
Sin falsa modestia, puedo decir que fueron mis muros los que inspiraron a Robert Adam, a ser principal exponente de la arquitectura neoclásica en Gran Bretaña en el siglo XVIII. Robert me conoció en 1757, cuando visitaba realizaba lo que se conocía como Grand Tour, siguiendo la costumbre iniciada en el siglo XVII, que dictaba que los jóvenes al finalizar sus estudios, viajasen por Europa un tiempo. Robert visitó varios lugares en el continente en compañía del arquitecto francés Charles-Luis Clérisseau. Quedó cautivado por la Dalmacia (hoy Croacia) en general y por mis muros, en particular. Pasó meses recorriéndome. Lo recuerdo sentado sobre un bloque de mármol haciendo bocetos o mirándome absorto, tratando de imaginar mi forma original, entre los palacios, iglesias, casa y comercios que se encuentran entre mis muros. Mi forma original, si bien no había desaparecido, había sido modificada por diversas construcciones a lo largo del tiempo.
Suena muy complicado, pero no lo es tanto. Permítanme que les cuente mi historia desde el inicio, para aclarar sus dudas. Me construyó el emperador romano llamado Dioclesiano. Un hombre inteligente, militar valiente, que de origen humilde logró gobernar el imperio más importante del mundo conocido. Diocles es recordado por varias hazañas, (recordemos que hasta existe una opera de Henry Purcell que cuenta sus aventuras) pero creo que principalmente lo recodamos haber dividido el poder del imperio Romano en un Tetrarquía y por ser un férreo perseguidor de los cristianos. Dioclesiano fue el primer emperador que renunció al trono para retirarse. Y aquí es donde entro yo; ya que para retirarse fue que me construyó. Dicen que uno puede conocer a las personas por sus obras y si me miran con atención, pueden conocer mucho de Diocles. En mis muros, que son una mezcla de palacio y fortaleza, vive aún su espíritu militar. Eligió una bahía en el Adriático para construirme. Importante estar comunicado para un político en retiro. Decidió darme una forma rectangular sencilla, que recuerda un poco a un castrum o cuartel militar, pero con detalles dignos de un emperador. Mis fuertes murallas miden más dos metros de ancho. La protección era importante, y por ello solamente me dotaron con 3 grandes accesos, mismos que estaban vigilados por torreones octagonales. Hombre devoto, Diocles puso un santuario para Júpiter, su padre en el lugar principal y sabiendo que no era inmortal, mando construir un mausoleo para su descanso eterno. Diocleciano mandó traer el mármol de la cercana isla de Brac y columnas de granito y esfinges desde Egipto, que entonces era parte del Imperio, para decorarme. Fieles amigas resultaron las esfinges ya que a la fecha, dos de ellas todavía de acompañan.
Años después de la muerte de Dioclesiano, fui abandonado. Un par de siglos después, huyendo de las invasiones de los ávaros, la gente de la vecina Salona buscó refugio en mí. Así empezaron las construcciones, y me volví una ciudad. Por ello guardo dentro de mis muros construcciones de 17 siglos. Casas, palacetes, iglesias, comercios, todo dentro de mis muros que se iban deteriorando. En ese estado me encontraba cuando Robert Adam me visitó hace ya 263 años, pero a pesar del deterioro conservaba mi sencillez y formas clásicas. La fascinación que el joven arquitecto sintió por mí, fue duradera y fructífera. Sus textos y dibujos publicados en 1764 con el título: Descripción de las ruinas del palacio del emperador Dioclesiano en Spalato, Dalmacia, redescubrieron mi presencia para los eruditos de Europa y abrieron paso a futuras investigaciones. Gracias a sus detallados estudios, pudo recrear sus edificios con los motivos que decoran mis portales y ventanas. Hoy, estoy totalmente restaurado, la Unesco me declaró Patrimonio de la Humanidad, a fines del siglo XX. Los nombres de Diocles y Robert están escritos en la historia de la humanidad y mis muros, que hoy están llenos de hoteles, restaurantes y comercios, siguen despertando suspiros a quienes visitan la ciudad de Spalato que hoy se conoce como Split. Películas y series se han rodado entre mis muros. Nada mal para este viejo palacio.
Buen domingo a todos y gracias por leerme.
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