Si los muros hablaran: El Museo Egipcio en el Cairo.
- Fernanda de la Torre V
- hace 12 minutos
- 6 Min. de lectura

Hoy se cumplen 123 años desde la inauguración del Museo Egipcio en Plaza Tahrir. Dejemos que esta construcción emblemática nos relate su historia…
“Recuerdo bien ese día. Era el primero de abril de 1897 y todos estaban emocionados. Todo estaba a punto para la llegada del Jedive (gobernador de Egipto) Abbas Helmy II,quien, en presencia del Director del Ministerio de Antigüedades, Gastón Maspero, colocaría la primera piedra de mi construcción. Las herramientas estaban dispuestas en almohadones de tela y grabadas con la fecha y sus iniciales. Finalmente, la hora llegó y, después de una ceremonia, formalmente arrancaría mi proceso de construcción.
Meses antes se había realizado un concurso para diseñarme. De 73 proyectos, el elegido fue el del arquitecto francés Marcel Dourgnon. Originario de Marsella, decidió construirme en estilo neoclásico, con una fachada de piedra rosada y techos altísimos para poder resguardar los objetos de una civilización incomparable. A diferencia de otros hermanos museos que ocupan antiguos palacios o nobles residencias, yo siempre fui pensado para ser un museo. Mis muros, más allá de su estilo, son una solución práctica para la protección, preservación y exhibición de las antigüedades de Egipto. Mi construcción se llevó a cabo desde 1897 hasta 1901. No era una tarea fácil, tengo un poco más de 15 mil metros cuadrados. Una vez que estuve listo, empezó la parte más importante del proceso: el traslado de los tesoros que albergo desde la residencia de Ismail Pacha en Giza. Finalmente, fui inaugurado el 15 de noviembre de 1902 en la Plaza de Tahrir. Todavía pasarían dos décadas para que Howard Carter descubriera la tumba de Tutankamón y pasarían algunos años más para que mis muros pudieran resguardar durante más de un siglo su máscara funeraria, sin duda una de las piezas más conocidas del arte egipcio en el mundo.
Me preguntan si es mi pieza favorita. Así como un padre dice que no tiene hijos favoritos, yo, como museo, digo siempre que me siento orgulloso de cada una de las piezas que mis muros resguardan. Y así es. Sin embargo, al igual que un padre confesaría que hay hijos con los que tiene más afinidad, también hay piezas dentro de mis muros que me conmueven. Me siento orgulloso por haber albergado la máscara funeraria de Tutankamón. ¿Quién no se conmueve ante la magnificencia del rostro dorado del faraón-niño? Sin embargo, también me siento orgulloso de haber dado cobijo a la fabulosa Paleta de Narmer, una paleta cosmética realizada en esquisto y bellamente decorada, que perteneció a Narmer (también conocido como Menes), primer faraón de Egipto, quien reinó en el siglo XXXI a. C. Además de su belleza, es un documento histórico que nos habla de la unificación del Alto y Bajo Egipto. La unión es muy importante. Fue esta unión lo que permitió crear una civilización extraordinaria y un poderoso imperio. La vida es así: muchas veces nos dejamos deslumbrar por el brillo del oro y olvidamos la importancia que la unión de los seres humanos tiene para llevar a cabo cualquier proyecto. Un pueblo unido puede lograr maravillas, separado es débil y fácil de dominar. Quizá sea por eso que muchos gobernantes autócratas en la actualidad prefieren que sus pueblos estén divididos y se esfuerzan por mantenerlos así.
El tiempo no pasa en balde y he requerido varios arreglos y remodelaciones. Sin embargo, uno de mis peores sobresaltos lo viví en 2011 durante la llamada Primavera Árabe, cuando fui víctima de un saqueo. Afortunadamente, muchas de las piezas robadas han sido recuperadas, pero confieso que fue un momento aterrador. Mis vidrios rotos, mis estantes destrozados y las piezas robadas me dejaron triste y vulnerable.
Con el auge de la egiptología y los constantes descubrimientos, era indispensable contar con un museo más grande y moderno. Cuando abrí mis puertas, la colección abierta al público se componía de 12 mil piezas, y con el tiempo fue creciendo hasta albergar más de 150 mil. Pero existen muchas más que no son expuestas. Así, empezó la construcción de mi hermano, el Gran Museo Egipcio, que después de décadas de espera fue inaugurado el 1º de noviembre de este año. Un acontecimiento para el país y un regalo para el mundo. No me siento celoso, sino orgulloso. Mi misión siempre ha sido resguardar y dar a conocer grandes piezas de la civilización egipcia. ¿Qué mejor que tener uno o varios hermanos que lo hagan? He visto cambiar el mundo que me inauguraron hoy hace 123 años, sin duda, pero el privilegio de albergar piezas milenarias me ha enseñado que es necesario aprender del pasado para no cometer los mismos errores y que la naturaleza humana nunca cambia.
Buen domingo a todos… Gracias por leerme.
Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, en mi cuenta de Twitter @FernandaT o en mi correo: info@neteandoconfernanda.com
Neteando con Fernanda
Si los muros hablaran: El Museo Egipcio en el Cairo.
Fernanda de la Torre
Hoy se cumplen 123 años desde la inauguración del Museo Egipcio en Plaza Tahrir. Dejemos que esta construcción emblemática nos relate su historia…
“Recuerdo bien ese día. Era el primero de abril de 1897 y todos estaban emocionados. Todo estaba a punto para la llegada del Jedive (gobernador de Egipto) Abbas Helmy II,quien, en presencia del Director del Ministerio de Antigüedades, Gastón Maspero, colocaría la primera piedra de mi construcción. Las herramientas estaban dispuestas en almohadones de tela y grabadas con la fecha y sus iniciales. Finalmente, la hora llegó y, después de una ceremonia, formalmente arrancaría mi proceso de construcción.
Meses antes se había realizado un concurso para diseñarme. De 73 proyectos, el elegido fue el del arquitecto francés Marcel Dourgnon. Originario de Marsella, decidió construirme en estilo neoclásico, con una fachada de piedra rosada y techos altísimos para poder resguardar los objetos de una civilización incomparable. A diferencia de otros hermanos museos que ocupan antiguos palacios o nobles residencias, yo siempre fui pensado para ser un museo. Mis muros, más allá de su estilo, son una solución práctica para la protección, preservación y exhibición de las antigüedades de Egipto. Mi construcción se llevó a cabo desde 1897 hasta 1901. No era una tarea fácil, tengo un poco más de 15 mil metros cuadrados. Una vez que estuve listo, empezó la parte más importante del proceso: el traslado de los tesoros que albergo desde la residencia de Ismail Pacha en Giza. Finalmente, fui inaugurado el 15 de noviembre de 1902 en la Plaza de Tahrir. Todavía pasarían dos décadas para que Howard Carter descubriera la tumba de Tutankamón y pasarían algunos años más para que mis muros pudieran resguardar durante más de un siglo su máscara funeraria, sin duda una de las piezas más conocidas del arte egipcio en el mundo.
Me preguntan si es mi pieza favorita. Así como un padre dice que no tiene hijos favoritos, yo, como museo, digo siempre que me siento orgulloso de cada una de las piezas que mis muros resguardan. Y así es. Sin embargo, al igual que un padre confesaría que hay hijos con los que tiene más afinidad, también hay piezas dentro de mis muros que me conmueven. Me siento orgulloso por haber albergado la máscara funeraria de Tutankamón. ¿Quién no se conmueve ante la magnificencia del rostro dorado del faraón-niño? Sin embargo, también me siento orgulloso de haber dado cobijo a la fabulosa Paleta de Narmer, una paleta cosmética realizada en esquisto y bellamente decorada, que perteneció a Narmer (también conocido como Menes), primer faraón de Egipto, quien reinó en el siglo XXXI a. C. Además de su belleza, es un documento histórico que nos habla de la unificación del Alto y Bajo Egipto. La unión es muy importante. Fue esta unión lo que permitió crear una civilización extraordinaria y un poderoso imperio. La vida es así: muchas veces nos dejamos deslumbrar por el brillo del oro y olvidamos la importancia que la unión de los seres humanos tiene para llevar a cabo cualquier proyecto. Un pueblo unido puede lograr maravillas, separado es débil y fácil de dominar. Quizá sea por eso que muchos gobernantes autócratas en la actualidad prefieren que sus pueblos estén divididos y se esfuerzan por mantenerlos así.
El tiempo no pasa en balde y he requerido varios arreglos y remodelaciones. Sin embargo, uno de mis peores sobresaltos lo viví en 2011 durante la llamada Primavera Árabe, cuando fui víctima de un saqueo. Afortunadamente, muchas de las piezas robadas han sido recuperadas, pero confieso que fue un momento aterrador. Mis vidrios rotos, mis estantes destrozados y las piezas robadas me dejaron triste y vulnerable.
Con el auge de la egiptología y los constantes descubrimientos, era indispensable contar con un museo más grande y moderno. Cuando abrí mis puertas, la colección abierta al público se componía de 12 mil piezas, y con el tiempo fue creciendo hasta albergar más de 150 mil. Pero existen muchas más que no son expuestas. Así, empezó la construcción de mi hermano, el Gran Museo Egipcio, que después de décadas de espera fue inaugurado el 1º de noviembre de este año. Un acontecimiento para el país y un regalo para el mundo. No me siento celoso, sino orgulloso. Mi misión siempre ha sido resguardar y dar a conocer grandes piezas de la civilización egipcia. ¿Qué mejor que tener uno o varios hermanos que lo hagan? He visto cambiar el mundo que me inauguraron hoy hace 123 años, sin duda, pero el privilegio de albergar piezas milenarias me ha enseñado que es necesario aprender del pasado para no cometer los mismos errores y que la naturaleza humana nunca cambia.
Buen domingo a todos… Gracias por leerme.
Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, en mi cuenta de Twitter @FernandaT o en mi correo: info@neteandoconfernanda.com






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