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Neteando con Fernanda
Título: SI LOS MUROS HABLARAN… TEATRO “ESPERANZA IRIS” 


  • Foto del escritor: Fernanda de la Torre V
    Fernanda de la Torre V
  • 31 ago
  • 4 Min. de lectura
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Dejemos que este maravilloso recinto nos cuente su historia…


¿Cuántas veces me he preguntado si los edificios corremos la misma suerte que sus dueños? ¿Si yo, al igual que Esperanza, estoy condenada a tener un destino lleno de grandes alegrías y enormes desdichas? Estos muros que han visto la gloria, al igual que mi inolvidable creadora, han vivido el dolor, la desesperanza y el abandono. Nuestros destinos están ligados y es un lazo que el tiempo no ha podido romper.


¿Qué les puedo decir de esa gran mujer? María Esperanza Bonfil Ferrer, mejor conocida como “Esperanza Iris”, nació en Tabasco en 1884. El teatro le gustó desde niña y comenzó en el teatro infantil. Con el tiempo haría suyos los escenarios donde se presentara, cosechando éxitos. En Cuba fue nombrada “Reina de la Opereta” y “Emperatriz de la Gracia”, en España, condecorada por el Rey Alfonso XIII. Para no quedar atrás, en México se le declaró: “Hija Predilecta de la Ciudad de México”.


Yo nací el 25 de mayo de 1918. Debido a la inestable situación del país, dos años antes Esperanza viajó junto con su marido Juan Palmer a Sudamérica a realizar diversas presentaciones. Debido a la inestable situación política, el peso mexicano que solía estar en paridad con el dólar se devaluó a niveles de 14 pesos. Al cobrar en dólares, los ingresos de Esperanza se multiplicaron y pudo realizar su sueño: construir un teatro que llevara su nombre. Encargó la obra al arquitecto Ignacio Capetillo y Servín, quien puso todo su talento para construirme en el mismo lugar donde había estado el Teatro Xicoténcatl, en la calle de Donceles. Esperanza no estaba presente durante mi construcción, solamente mandaba el dinero desde los países en los que se encontraba. Claro que los envidiosos y murmuradores dijeron que era imposible que Esperanza tuviese el dinero suficiente para realizar una obra de tal envergadura. Murmuraban que el presidente Venustiano Carranza, enamorado perdido de Esperanza, pagó su capricho con dinero del gobierno mexicano. ¿Será? Quizá nunca lo sabremos, pero recuerdo muy bien los ojos de adoración con los que Venustiano Carranza miraba a Esperanza el día de mi inauguración cuando llegó acompañado de su gabinete. En ese momento empezaron mis días de gloria. El Gran Teatro Esperanza Iris estaba destinado a ser el hogar de las mejores producciones. Entre mis muros se presentaron Enrico Caruso, María Conesa, Ana Pavlova, Josephine Baker, espectáculos de ópera, zarzuela**,** circo y ballet.


El triunfo, como sabemos, es efímero y mis días de gloria se verían truncados. En 1934 inauguraron finalmente el Palacio de Bellas Artes , quien me robaría el título del escenario más importante del país. Y no era mi único rival. También tendría que competir con nuevas formas de espectáculo que apenas se conocían cuando nací, como el cine. No eran tiempos fáciles, así que había que adaptarse y buscar maneras para atraer al público. Probamos de todo: peleas de box, me acondicionaron para ser sala cinematográfica, lo que se les ocurriera. Con el tiempo volvería a ser teatro, un espacio para presentaciones cómicas. Tin Tan, Clavillazo y el mismísimo Cantinflas sintieron a mis muros retumbar de aplausos para ellos.


Esperanza perdió cuatro hijos y a dos maridos. Sufrió mucho. Por eso solía decir: “La vida ha sido generosa conmigo, me dio mucho todo, también tristeza”. Mi adorada amiga, la Reina de la Opereta y Emperatriz de la Gracia falleció el 8 de noviembre de 1962, su velorio se llevó a cabo entre mis muros. Vi tantas lágrimas, sin embargo, nadie pudo ver las mías. Sola lloré su pérdida. Después vendrían más problemas. Al haber perdido a sus hijos, y con su segundo marido Paco Sierra en la cárcel, me heredaron sus sobrinos. Volví a ver llenas las butacas, esa vez gracias al burlesque. La vida da vueltas y en mi marquesina, en vez de los nombres de grandes divas, ahora estaban los de las “vedettes”.

En las vidas de todos hay muchos cambios, la mía no iba a ser la excepción. Una sobrina de Esperanza compró la propiedad a los diferentes dueños y la vendió al Departamento del Distrito Federal. Me remodelaron y reinauguraron en 1976. Mi nombre cambió también. Me llamaron “Teatro de la Ciudad”. Mis muros volvieron a cobijar a los grandes artistas de esa época. Mis muros rieron con Marcel Marceau y se conmovieron con las voces de Tania Libertad, Miguel Bosé, Armando Manzanero, Joan Manuel Serrat, entre otros. En 1984 el fuego me abrazó. Recuerdo las llamas y las horas interminables mientras se quemaban mis adornos, mis vigas, mis butacas , en las que los bomberos trabajaron hasta que por fin pudieron apagar el fuego. ¡Qué dolor tan grande!


Afortunadamente los males no son para siempre, con gran bombo y platillo mis puertas abrieron al público con el espectáculo: “Viva la Zarzuela” con Plácido Domingo el 9 de abril de 2002. Sentí que estaba otra vez en mis inicios. Poco después, durante los festejos de mi 90 aniversario recibí otro regalo: un nuevo nombre. Ahora me llamaba “Teatro de la Ciudad Esperanza Iris”. Así debía de ser. Además de estar ligada a Esperanza, también lo he estado a la capital mexicana, como un testigo mudo de su historia. Mi adorada Esperanza tuvo varios reconocimientos. A mí me declararon Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Me gusta y sé que habría pintado una sonrisa en los labios de la Reina de la Opereta.


Espero tu opinión en los comentarios del blog o en mi cuenta de X: @FernandaT.

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