Día de los Muertos
- Fernanda de la Torre V
- hace 6 minutos
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En todas las culturas existen ritos para honrar a los muertos. En el Egipto antiguo: los egipcios momificaban a sus muertos y les dejaban ofrendas, alimentos y amuletos para acompañarlos en su viaje al más allá. En Grecia se realizaban libaciones de vino, miel y leche sobre las tumbas para mantener el favor de los muertos y asegurar su descanso. En nuestro país, la historia y origen del Día de Muertos es bastante extensa, se remonta a la época prehispánica y sobrevivió a la llegada de los españoles gracias a sus similitudes con las celebraciones católicas, es por ello que el Día de Muertos no desapareció por completo, como otras fiestas religiosas mexicas. Los evangelizadores descubrieron que había una coincidencia de fechas entre la celebración prehispánica de los muertos con el día de Todos los Santos, dedicado a la memoria de los santos que murieron en nombre de Cristo.
La tradición de colocar un altar con flores de cempasúchil el 1 y 2 de noviembre en México es una bella amalgama que une siglos de catolicismo con raíces indígenas. Desde tiempos de los mexicas, la flor de veinte pétalos –cempōhualxōchitl– era ya símbolo del sol, de la vida y de la muerte. Con la llegada de los españoles, los rituales de los muertos se desplazaron al principio de noviembre, se incorporaron santos, velas, comida… y perduraron los elementos esenciales: velas, flores, incienso y memoria. Hoy, cada pétalo anaranjado que vemos en un camino hacia el altar es un puente entre el mundo de los vivos y el de los que ya partieron.
Esta tradición mexicana, llena de color, aromas y sabores, más que un duelo parece una celebración. Por su profundo simbolismo, la UNESCO la reconoció como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, al considerarla parte esencial de la identidad de los pueblos de México.
El recordar a los que partieron no se limita a un par de días al año. En muchas culturas se piensa que una persona muere dos veces, una la muerte real y la otra cuando ya nadie lo recuerda ni pronuncia su nombre.
Me encanta que exista una fecha para recordar a los difuntos y que hagamos altares en su nombre como una forma de honorar su memoria, pero también sabemos que también hay un altar interno y que su recuerdo no se limita a un par de días al año. Porque la verdadera muerte no llega con la ausencia, sino con el olvido.
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