“Cuánto te amas y cómo te sientes acerca de ti mismo son directamente proporcionales a la calidad e integridad de tu palabra”. Don Miguel Ruiz
Estamos en el mes del amor y la amistad. Las relaciones son importantes, desde luego. Pero para poder amar a otros es necesario empezar por uno mismo. Por todas partes oímos lo importante que es quererse a uno mismo. Las grandes religiones lo dicen: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, o “nadie puede dar lo que no tiene; para amar a otros te tienes que amar”. Millones de libros ensalzan la importancia de fomentar la autoestima. No creo que haya una sola persona en la faz del planeta que no haya oído hablar del tema. El problema es que a pesar de que las palabras no son una novedad ¿cómo le hacemos para ejecutar la cuestión? ¿qué significa amarte? ¿Vanidad? ¿Autocomplacencia? ¿Apapacharte? ¿No ver tus faltas y errores?
Del kinder a la universidad, jamás tuve una materia que me enseñara el funcionamiento del amor a uno mismo. ¡Qué absurdo! ¡Tantas clases, tantas materias y no hay una sola que te enseñe una de las razones fundamentales de la existencia del ser humano. Hablamos de amor, lo anhelamos, pero no sabemos ni por dónde empezar cuando se trata de amarnos.
Al igual que al amar a los demás, el amor empieza por aceptarnos como somos. No puedes decir que amas a otra persona si quieres que sea de otra forma, que tenga otros hábitos, menos peso, más altura… No así no funciona. Tenemos que aprender a amarnos con nuestra edad, mal humor, altura, inteligencia, cualidades y defectos. Con todo. Esto no tiene que ver con la autocomplacencia, sino con la conciencia de que estamos haciendo las cosas lo mejor que podemos con la información que tenemos en un determinado momento.
Es necesario tirar a la basura el mito de la perfección. Cada quien es perfecto a su manera. Compararnos con otros es siempre en nuestro prejuicio. Probablemente esa persona que vemos “perfecta” en una revista, sea producto de photoshop, maquillaje y luz adecuada. ¿Por qué no vernos de forma más amorosa? Esa es la semilla de una vida feliz.
Además de aceptarnos hay que meternos esto en la cabeza: nosotros somos los responsables de cuidarnos. Si tú no cuidas de ti mismo nadie lo hará por ti. El cuidado empieza por no abusar de nosotros mismos, no lastimarnos, tratarnos con aprecio. Generalmente somos nuestros más grandes críticos, cuando deberíamos ser nuestros admiradores.
Permitimos que otros nos lastimen porque nosotros mismos estamos acostumbrados a lastimarnos. Si tú mismo no te tratas con cariño, si no te respetas, ¿cómo podrías siquiera pensar en pedir respeto a los demás? Nuestras relaciones con otros son, en gran medida, el espejo que tenemos para ver qué tanto nos amamos. ¿Crees que una persona que se considera maravillosa saldría con alguien que se la pase diciéndole todo el tiempo que es tonta, fea o inútil? ¡Claro que no!
Por eso, si en algún momento te das cuenta de que estás lastimando, detente: perdónate; no te estaciones en la culpa; cambia de actitud contigo mismo; haz borrón y cuenta nueva. Cada momento es perfecto para cambiar.
Buen domingo a todos.
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