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  • Foto del escritorFernanda de la Torre V

Museo del fracaso…

“No hay secretos para el éxito. Es el resultado de la preparación, trabajo duro y aprendizaje de los fracasos” - Colin Powell

Monasterio de San Francisco, detalle. Fernanda de la Torre

Un museo, nos dice el diccionario, es una institución dedicada a la adquisición, conservación, estudio y exposición de objetos de valor relacionados con la ciencia y el arte o de objetos culturalmente importantes para el desarrollo de los conocimientos humanos”. El desarrollo del conocimiento humano tiene como ingrediente importante el aprendizaje derivado de los fracasos. Por ello, celebro que haya en Helsingborg, Suecia, un Museo del Fracaso en donde se exhiben productos de empresas muy exitosas que han sido rotundos fracasos. Más que sonar deprimente o patético, esos productos nos recuerdan que el camino al éxito está pavimentado de fracasos.


¿Recuerdan cuántas veces cayeron cuando aprendieron a caminar? Imagino que no, pero sin duda nos caímos y lloramos. Definitivamente nos sobrepusimos, de lo contrario no caminaríamos. Aprendimos a balancearnos, movernos en equilibro y lo más importante; a levantarnos después de cada caída. No importa si en ese trance nos raspamos las rodillas o adquirimos uno que otro moretón. Perdimos el miedo, aprendimos de los errores y caminamos. De hecho, ya ni siquiera pensamos cómo lo hacemos. Caminar es parte de nuestra existencia. Algo casi tan natural como respirar.

El reconocer que existe el fracaso y hablar de él es fundamental para que podamos avanzar, en lo individual y en lo colectivo. Lo más importante: perder el miedo al fracaso. ¿Se han preguntado alguna vez cuantos inventos maravillosos no llegaron a ver la luz, por miedo al fracaso, burla o ridículo? Si en un museo podemos ver productos que han sido grandes fracasos de empresas exitosas, podemos aprender a tomar los fracasos menos en serio y seguir intentándolo.


El miedo a fracasar paraliza. En esta inmovilidad, nos hace perdernos de muchas cosas. El hubiera no existe. no podemos saber que sucede si no nos arriesgamos. Quizá tendremos éxito o tal vez fracasemos pero si no hacemos algo, nunca lo sabremos. El hablar de los fracasos, aceptarlos como una posibilidad, es liberador.

Hace algunos años visité en Buenos Aires otro museo dedicado a los fracasos, pero en este caso no a productos sino que estaba dedicado a las relaciones fallidas: El Museo de las relaciones rotas. En este museo se exhibían objetos simbólicos de relaciones que no funcionaron. Me gustó tanto, que me inspiró a escribir el libro: Una visita al Museo de las Relaciones Rotas (Editorial Lectorum). Cada uno de los cuentos es un ejemplo claro de relaciones que no funcionaron. ¿Tenemos que asustarnos por eso? Desde luego que no. Al contrario. Nadie puede garantizarnos que una relación vaya a funcionar, pero eso no debe ser un obstáculo para enamorarnos. Muchas veces, por evitar el sufrimiento, perdemos momentos valiosos. Puede ser que la relación no sea para siempre, pero ¿quién nos quita lo bailado, lo aprendido, y disfrutado?


Parte del aprendizaje del fracaso y de volver a levantarnos, es aprender a reírnos de nosotros mismos. Quizá, una de las lecciones más difíciles que nos pone la escuela de la vida. Nuestro narcisismo nos hace creer que somos importantes, indispensables, e increíbles. Aceptarnos y amarnos, después de haber tenido un fracaso monumental es muy difícil. Aprender a reírnos de nosotros mismos, facilita el proceso.


Si algo hay seguro, (además de la muerte y de que hay que pagar impuestos), es que tarde que temprano nos vamos a equivocar. Así que es mejor aceptarlo. Si el fracaso es inevitable, qué mejor que que aprender de los errores (ya sean nuestros o de otros) para no repetirlos un museo es un gran lugar para aprender.


Me gustaría oír tu opinión. Deja por aquí un comentario o escribe a: info@neteandoconfernanda.com o en Twitter @FernandaT

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