La omisión es también un forma de acción. El silencio es también una respuesta. Podemos comunicarnos sin hacerlo. El no obtener una respuesta es también una respuesta; hay que reconocer que es una respuesta que demuestra poco interés y que por ello es mucho más frustrante que el recibir un sí o un no. Cuando enviamos un mensaje con una pregunta y la respuesta es la doble palomita azul, ya sea durante horas, días o para siempre, es una respuesta de falta de interés. Si preguntamos a un amigo o amiga “Hola ¿Cómo has estado? ¿Te gustaría ir al cine?” Y como respuesta obtenemos dos palomitas azules, nos debería quedar claro que esa persona no quiere ir al cine y (a menos de que tenga una buena explicación) tampoco nos considera muy importantes en su vida como para dedicarnos 20 segundos para escribir una respuesta.
¿Estamos obligados a responder todos los mensajes que recibimos? No. No es una obligación. Y tampoco es una cuestión de tiempo. La vida es complicada, es muy difícil estar pendiente del teléfono todo el día y responder a cuanto mensaje llega en un tiempo razonable. Estamos saturados de información que no es necesariamente es relevante o importante. Sin embargo, el dejar preguntas sin respuestas a personas cercanas sí puede calificarse como una falta de cortesía.
Hace unos días leía una reflexión de Miguel Cane (@AliasCane) en Twitter: “Digo, sí, conocer a un hombre sería maravilloso. Pero todos los que he conocido últimamente piensan que no responder ES responder. Yo creo que es mala educación. Pero en fin, así es el mundo en que vivimos. Nadie se responsabiliza de nada. Ni siquiera de decir algo a un “hola”.
No responder y no responsabilizarse parece ser el signo de nuestros tiempos en las relaciones. Las relaciones se terminan sin explicación ni palabra de por medio. El ghosting es común no solo en las relaciones amorosas, sino también con amistades. Lo cierto es que no nos gusta ser responsables de poner fin a una relación. Dejamos de responder mensajes y llamadas, nos desaparecemos cual fantasmas (de ahí el término ghosting de ghost fantasma en inglés) y dejamos a la otra persona lastimada y con miles de preguntas que ya no tendrán respuesta. Este fenómeno no es nada nuevo, aunque quizá el termino ghosting tal vez lo sea, (recuerden el famoso: vieja voy cigarros y nunca más se supo de ellos).
Lo grave es que estamos llegando a un nivel de indiferencia por los demás que ni siquiera merecen unos segundos de nuestro tiempo y que tampoco podamos ser responsables de poner fin a una amistad, relación o responder dentro de un lapso prudente de tiempo a una persona que nos mandó un mensaje.
Resulta preocupante que estos fantasmas de carne y hueso saben (sabemos, kimosabe) que no responder o desaparecer no es lo correcto, pero se justifican bajo el lema: “todo mundo lo hace y es tan fácil”. Es cierto, desaparecer es mucho más fácil que dar la cara, ahorrarnos evitar gritos, lágrimas y reclamos. O en el caso de una amistad también es más fácil que escuchar las verdades que sabemos pero no queremos oír. Finalmente, desaparecer no es la forma correcta de terminar cualquier tipo de relación, independientemente de que “todo el mundo lo haga”. Por breve que haya sido una relación, merece tener un final digno. Eso se llama respeto desde luego para la persona con la que nos relacionamos, pero sobre todo para nosotros mismos.
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