La libertad es un derecho de pueblos y personas y, como todo derecho, tiene una obligación aparejada; como bien dijo el escritor americano Elbert Hubbart, el precio de la libertad es la responsabilidad.
Ser independientes implica valernos por nosotros mismos. Es un proceso similar para personas y para países. A México independizarse le tomó poco más de 11 años de lucha; como personas, lograr independizarnos de nuestros padres para formar nuestra propia vida, toma un poquito más.
Así como nosotros un día nos damos cuenta de que ya estamos mayorcitos para decidir nuestra vida, un grupo de habitantes de la Nueva España resolvieron que ya era tiempo de que nuestro país dejara de depender de las decisiones de España y planearon cuidadosamente un movimiento que le diera a México su independencia. Inicialmente, pensaron iniciar su movimiento el 2 de octubre en San Juan de los Lagos, pero como alguien le avisó a las autoridades, hubo que adelantarlo. Así, hace 209 años, la madrugada del domingo 16 de septiembre de 1810, don Miguel Hidalgo llamó a misa al pueblo y fuera de la iglesia de Dolores exclamó su famosa arenga conminando al pueblo para levantarse contra el gobierno español. Con gritos como ¡Mexicanos, qué viva México! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Viva Fernando VII! y ¡Muera el mal gobierno! empezó México, su lucha para conseguir su libertad y convertirse en una nación soberana.
Como seres humanos también iniciamos nuestro camino con un grito al nacer. En el transcurso de nuestra existencia, vamos conquistando escalones de nuestra independencia. Igual que México, que un día decidió que ya no podía estar ni un minuto más bajo el dominio de España, nosotros también hemos estado en situaciones que requieren de medidas drásticas, planeación y hasta lucha para ser libres. Sí. Todos en algún momento hemos echado nuestros muy particulares gritos de independencia.
Para Clara, la independencia de su vida llegó con el grito que le dio un día a su marido cuando lo encontró con una movida: “¡Tú ya escogiste!”. Con ese “grito de independencia” inició su proceso de divorcio y empezó una vida de autogobierno. De todos los gritos que ha pegado en su vida, fue ese el que cambió su vida para bien y puso fin a una situación de abusos.
Salvador dio su “grito de independencia” por escrito. Él trabajó varios años en una empresa transnacional; para su jefe, un alemán que no hablaba ni jota de español. Cuando el jefe se retiró y llego otro, todo cambió. Era imposible darle gusto al nuevo mandamás. Un día Salvador recordó que “el buen gallo en cualquier gallinero canta”, y le cayó el veinte. Afinó su currículum, empezó a buscar chamba, y le entregó al jefe su carta de renuncia. En ese momento sintió que dejaba de ser el Pípila y cargar una piedra en sus hombros.
Los “gritos de independencia” no tienen que ser alaridos como los de Clara; pueden ser sutiles como susurros. Rita, cansada de ser ignorada por su galán Cristóbal, empacó cuidadosamente todas las cosas que tenía en su casa. Entre lágrimas y pucheros, lleno una caja y se las mandó con una carta. En ese momento se dijo: “ya estoy libre para algo mejor”. Cansada de definir la vida alrededor de sus galanes, decidió estudiar e invertir su tiempo en ella. ¡Viva la independencia!
“Salir del clóset” o declarar abiertamente la homosexualidad, reconocer una adicción o una falta grave, son también fuertes y valerosos gritos de independencia, de autoaceptación y congruencia, ya que los recién independizados prefieren que los rechacen por ser como son, a que los acepten a costa de engañar a otros. Bien hecho.
Si la libertad no se usa responsablemente, pasa a ser libertinaje. Tanto a las personas como a los países les lleva tiempo aprender a usar su libertad y tomar por sí mismos todas las decisiones. Con el tiempo y tras un rosario de errores, aprendemos que la independencia se sigue conquistando todos los días, porque hay que seguir decidiendo correctamente para seguir siendo independiente. Las personas, igual que los gobiernos de los países libres, tienen que balancear su presupuesto, imponer normas para su casa, cumplirlas, planear a futuro. En fin, todo lo que conlleva el uso responsable de la libertad.
Lo que pensamos acerca de nosotros mismos tiene consecuencias similares. Si tenemos poco de amorosos, si somos destructivos de nuestra persona, estaremos llenos de complejos y no vamos a ser felices. Si los políticos no se ponen de acuerdo para erradicar los principales problemas de México y siguen anteponiendo intereses partidistas a los del país, tampoco seremos felices. Aprovechemos estos días en que celebramos la Independencia de nuestro país para independizarnos de las situaciones o personas que nos hacen daño y nos impiden ser felices.
Buen domingo para todos.
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