“El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo”. –Henrik Johan Ibsen
Podemos llamarla autofobia, isolofobia, eremofobia, o monofobia, pero no es otra cosa que el miedo a estar solo. El miedo a la soledad es una forma de malestar que se basa en el temor ante la idea de dejar de tener acceso a relaciones afectivas significativas. El miedo a la soledad es relativamente frecuente en personas de todas las edades.
No es lo mismo estar solo que sentirse solo. La soledad es la mera circunstancia de no tener compañía. Esto no es positivo ni negativo, es un hecho a tener en cuenta, nada más. Sin embargo, el sentimiento de soledad es otra cosa. Nos abruma y llena de tristeza. El sentimiento de soledad no depende de si hay o no personas a nuestro alrededor, sino de nuestro ánimo. Es posible sentirse solo en un concierto en un estadio rodeado de miles y miles de personas.
El concepto de disfrutar de la soledad, honestamente, no es muy taquillero. A pesar de que nacemos solos y morimos solos, nos cuesta trabajo aprender a relacionarnos bien con la soledad. Para muchos la ausencia de otros les resulta insoportable. El infierno está todo en esta palabra: soledad, decía Víctor Hugo. Y tiene razón. Para algunos el sentirse solos es verdaderamente un infierno y encienden la radio o la televisión cuando tienen que hacer sus tareas físicamente aislados, para no sentirse solos. Necesitan del ruido para evadir la soledad que el silencio les recuerda.
Somos seres sociales y para algunos el sentirse solos es un infierno. Para Guy de Maupassant, nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad. En la parte “actos y esfuerzos” está la clave del problema: no está mal, ni es anormal tener miedo a la soledad; lo que “hacemos” para evitarla, puede ser fuente de problemas mucho mayores. En especial, cuando permitimos que ese medio sea el que tome las decisiones por nosotros. Ahí sí, cuidado. Cuando estamos en una relación que no funciona, sabemos que tenemos que ponerle fin. Si el miedo a la soledad condiciona nuestras acciones, la historia no tiene un final feliz. ¿Conocen a alguien que se queda estancada en una mala relación por el miedo a estar solo? ¿O que prefiere un “peor es nada” con tal de no sentirse solos? Supongo que casi todos hemos estado en una situación similar o conocemos a alguien que lo ha estado. Para quienes ven en el matrimonio o en una pareja la solución a sus problemas de soledad les tengo malas noticias: el tener compañía no garantiza que nos sentiremos acompañados, ni que nos sentiremos bien. Puedes ignorar el deterioro de su relación y seguir ahí, pero eso no resolverá el problema.
La pandemia nos obligó a aislarnos, y nos dejó la gran enseñanza de que no es necesario que nos sintamos solos, aunque no haya más personas a nuestro alrededor. Es decir, el estar solo nos permite verdaderamente conocernos, lo cual es clave para emprender nuestra vida, sueños y metas. Una de las mejores cosas que podemos hacer, es aprender a ser buenas auto-compañías. La soledad no es una amenaza, puede ser una gran aliada, si así elegimos verla. Nos da la posibilidad de dejar a un lado los “tengo qué” para buscar los “quiero”.
Entender la soledad y perderle el miedo, puede ser una de las más importantes lecciones por aprender. “La soledad, si bien puede ser silenciosa como la luz, es, al igual que la luz, uno de los más poderosos agentes, pues la soledad es esencial al hombre. Todos los hombres vienen a este mundo solos y solos lo abandonan”. Thomas De Quincey”.
Feliz domingo a todos. Gracias por leerme.
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