Hace unos años, cuando mi amigo Vicente volvió de un viaje por el Camino de Santiago, me contó sus experiencias de un recorrido sin duda fantástico y conmovedor. Recuerdo bien la interesante y amena plática porque es un viaje que siempre he querido hacer. De esa conversación, una frase ha rondado en mi cabeza durante todos estos años. Vicente comentó que en varios momentos durante el recorrido, al ver la luz en los árboles y los diferentes tonos de verde en el paisaje se sintió intoxicado por la belleza. Semánticamente puede ser una contradicción; sin embargo, para mí, el término describió perfectamente la sensación de sentirte sobrepasado por algo extremadamente bello. Y cada vez que me sucede, cuando la belleza me sorprende, recuerdo la sabia y hermosa frase de Vicente.
Tristemente dejamos de apreciar la belleza que nos rodea. Enfocamos nuestra atención en las urgencias inmediatas, las cuentas por pagar, los problemas por resolver, la cantidad de cosas que tenemos que hacer y no nos damos tiempo siquiera de mirar a nuestro alrededor.
El otro día mientras manejaba rumbo a casa, la belleza me sorprendió. La luz pasaba entre las hojas de las jacarandas que empiezan a florear; era un espectáculo de verdes y violetas en un cielo azul poco común en la Ciudad de México. Casualmente, a los pocos días volví a sentir lo mismo al visitar el Museo Universitario de Arte Contemporáneo al visitar la exposición de Cai Guo-Quiang “Resplandor y Soledad”. Iba algo despistada, para cuando me percaté, la belleza de los dibujos en pólvora y la instalación me habían intoxicado. (Para quienes no la hayan visto, de verdad la recomiendo) Desde entonces, me prometí dejar un momento al día para apreciar y agradecer, algo bello. Una frase, una melodía, la naturaleza o un paisaje urbano. Lo que sea. Darse un momento para ello ha resultado ser un buen ejercicio. Desde luego, que esto no quita el dolor, ni elimina problemas, ni nos transporta a una nube rosa. Los problemas siguen estando ahí. Apreciar la belleza no va a erradicar la violencia que vive nuestro país, ni el mundo. Tampoco resolverá nuestros conflictos personales, pero es un respiro y ayuda a ver las cosas con otra perspectiva.
Definitivamente, la negatividad es más taquillera. Es mucho más fácil ver lo que está mal, que hablar de lo positivo. Sucede lo mismo que con nuestro cuerpo. No nos damos cuenta de lo bien que funciona hasta que nos enfermamos. Cuando nos da una gripe, nuestros pulmones, nariz y garganta, de quienes habitualmente ni nos acordamos, están más presentes que nunca. Es entonces cuando se vuelve evidente la pobre calidad del aire que respiramos todos los días y a la que generalmente no prestamos mucha atención. Al igual que hacemos un esfuerzo recobrar la salud al ser disciplinados para tomar el medicamento a sus horas y seguir a rajatabla las indicaciones del médico; podemos hacer un esfuerzo por cambiar de óptica y darnos un tiempecito cada día para apreciar lo bello.
Como todo en esta vida, es cuestión de disciplina. Al igual que alguien se prepara para una carrera, tenemos que ser disciplinados para apreciar las cosas. Revisar dónde estamos poniendo nuestra atención y concentrarnos en admirar por unos minutos algo que rodea.
Una de las maravillas de la individualidad, es que miles de personas que viven la misma situación tendrán experiencias totalmente diferentes del mismo evento. La belleza es un concepto subjetivo, cada uno sabe que es lo que encuentra bello y puede buscarlo. Para sentirse intoxicado por la belleza no es necesario recorrer el Camino de Santiago. Tampoco se necesitan paisajes exóticos en lugares remotos. Simplemente hay que tener ganas de querer encontrar la belleza y darse un momento para admirarla. Como bien dice la frase: La belleza se encuentra en los ojos de quien la mira.
La belleza se ha asociado desde siempre con el bien y con hacernos sentir bien. Desafortunadamente, cuando tenemos problemas es mucho más difícil concentrarnos en lo positivo o ver lo bello. Cuando, por el contrario, la vida sonríe, es más fácil tomar las cosas con sentido del humor. Es imposible pretender que la vida nos sonreirá siempre. Problemas vendrán y tendremos que resolverlos. Al final del día, la felicidad es una decisión, como también lo es permitir que la belleza nos intoxique de vez en cuando. El escritor Frank Kafka dijo que: “Quien conserva la facultad de apreciar la belleza, no envejece”. Qué mejor manera de mantenernos jóvenes que intoxicarnos con ella.
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Publiqué originalmente este artículo el 6 de marzo de 2011 en Milenio Diario, al recordar esa conversación con Vicente Corta. Con una tristeza muy grande les comunico que ya no está con nosotros. Falleció el viernes 20 de mayo de un infarto a los 57 años.
Me faltan palabras para describir a Vicente Corta. Era un extraordinario abogado, servidor público, amigo, jefe, pero, sobre todo, un gran ser humano. A pesar de lo ocupado que estaba, siempre tuvo tiempo para escuchar a quien se lo pidiera, para dar un consejo con un pragmatismo poco común para apoyar a quien lo necesitara. Tantos recuerdos, como aquella conversación sobre la belleza del Camino de Santiago, estarán mi corazón siempre. Su muerte prematura duele a quienes lo conocimos. Hoy, más que nunca, me queda claro que la vida es un regalo, mientras la tengamos, permitamos que la belleza nos intoxique. Gracias por todo, Vicente. Descansa en paz.
Desde aquí envío mis condolencias para su familia. Mis oraciones están con ustedes.
Espero tu opinión dejando un comentario en el blog, en mi cuenta de Twitter @FernandaT o en mi correo: info@neteandoconfernanda.com
Que hermoso texto! Muchas gracias! Me he detenido a disfrutar de esta lectura, y me quedo intoxicada también de belleza! Que en paz descanse Vicente, que vuele alto…