“La sinceridad hace que la persona menos importante tenga más valor que el hipócrita mas talentoso”.
En tiempos de la antigua Roma, un joven vertió agua caliente en una vasija de cerámica fina. Al poco tiempo el agua empezó a escurrir al piso. Supo así que lo habían engañado: el fondo de la vasija tenía cera para ocultar sus imperfecciones. Furioso, la arrojó contra el piso. Al igual que la vasija, su confianza en el artesano quedo hecha añicos.
En aquella época, era común que los fabricantes de cerámica sellaran con cera las pequeñas grietas en las bases de las vasijas para evitar que se filtrara el agua entre ellas. Al hacer esto ocultaban a los compradores los defectos en las piezas cerámicas. Las vasijas lucían magníficas eso sí, pero al paso del tiempo, la cera se desmoronaba o derretía, el agua se filtraba, dejando inservibles las vasijas. Los vendedores de cerámica honestos, marcaban a sus mejores trabajos, a las piezas perfectas, sin trucos, con las palabras sine cera (sin cera). De ahí deriva la palabra “sincera”. Ser sincero significa no tener trucos, ser honesto, genuino, puro, transparente. El mostrarnos tal cual somos, libres de simulación o hipocresía.
No importa cuántos siglos hayan pasado desde esa historia, al día de hoy, si hay algo que satisface a los consumidores es la sinceridad de un proveedor. Esa confianza es la que nos hace regresar por un producto o a un establecimiento y lo mismo sucede con las relaciones personales. La sinceridad es indispensable. Solemos mentir para cubrir una verdad que consideramos dura o dolorosa, sin darnos cuenta que las mentiras son mucho más peligrosas y dañinas. Si somos honestos, nuestras opiniones pueden beneficiar a alguien.
Pensamos que nadie notará que no somos sinceros, pero no es así. Al igual que la vasija perdía la cera y quedaban a la vista sus defectos; nuestras mentiras salen a la luz y quedamos como lo que somos: poco honestos. Una vez que nuestros engaños han sido descubiertos, no solo quedamos mal parados sino que lastimamos a las personas que queríamos proteger. Las relaciones no pueden sobrevivir sin la confianza y ¿qué confianza inspira un mentiroso? ¿podemos confiar en una amigo o pareja que miente? Por triviales que parezcan las mentiras, poco a poco resquebrajan la confianza y nadie, absolutamente nadie, quiere estar cerca de personas que no son fiar.
Los políticos deberían tener en mente el cuento de la vasija. Nuestro presidente, tan preocupado por las noticias falsas, al grado de poner una sección llamada “quién es quién en las mentiras de la semana” con el (des)propósito de: “dar a conocer las mentiras que se difunden en medios de información convencionales y también en las redes”; debería recordar el refrán que reza: “El buen juez, por su casa empieza”. Sus conferencias de prensa matutinas están llenas de datos imprecisos o erróneos. De acuerdo con datos de la página Spin, de Luis Estrada, al 30 de junio 2021, el presidente ha dicho 56 mil afirmaciones no verdaderas. Si el presidente quiere informarnos sobre el estado de la nación, debe hacerlo de la manera más puntual posible. Con 56 mil afirmaciones no verdaderas y constantes ataques a sus “adversarios” no son una buena receta para inspirar confianza. Grave error, porque con las mentiras sucede los mismo que con la vasija: la confianza de queda hecha pedazos y es muy difícil volverla a recuperar. A estas alturas, todos tenemos claro que la honestidad, es la mejor política.
Buen domingo a todos y gracias por leerme.
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