“Si no puedes responder al argumento de un adversario, no está todo perdido: puedes insultarle” - Elbert Hubbard (escritor y filósofo estadounidense)
Participé en la marcha el domingo pasado. De primera mano les puedo decir que fue pacífica, ordenada y ciudadana. Cientos de miles de mexicanos, con sus amigos y familias marchando en diversas ciudades del país, para defender la democracia. Algo único y memorable. En la Ciudad de México éramos tantos, que me fue imposible llegar al Monumento de la Revolución.
La semana pasada, comentaba que me hubiera gustado que esa marcha fuese el principio de un diálogo que valorara diferencias y coincidencias; que el presidente de todos los mexicanos escuchara a todos los mexicanos. Desafortunadamente, eso no sucedió. La marcha, que sin duda fue un éxito ciudadano, levantó ámpula al gobierno, quien no ha parado de descalificarla todos los días.
La marcha del 13 de noviembre, a la que según el gobierno de la Ciudad de México, sólo acudieron entre diez y doce mil personas, fue tan exitosa, que provocó que el presidente encabece otra marcha el día 27 para “presentar su informe de gobierno y sus logros”. Desde luego, está en su derecho. Sin embargo, me parece una pena que haya perdido la oportunidad de comprender que México es un país plural y que quienes marchamos, lo hicimos en defensa de una institución central para la democracia y, por ende, para nuestro futuro. No fue una marcha en su contra.
Tristemente, en vez del respeto y argumentos que merecemos los ciudadanos, recibimos descalificaciones. No sólo por parte del presidente, sino también de sus colaboradores y aplaudidores. Elección desafortunada de los cuatroteístas, ya que las descalificaciones e insultos, son los argumentos de quienes no tienen argumentos.
Al no tener la posibilidad de responder con argumentos al adversario, pretenden, a través del insulto, que éste guarde silencio o menoscabar su credibilidad. Saben perfectamente que sus adversarios tienen la razón y que no pueden responder a su discurso con argumentos válidos, por lo que su salida es cuestionar el físico, carácter, inteligencia, procedencia, honestidad o condición. En lógica se conoce como falacia o argumento ad hominem, que intenta desacreditar a la persona que defiende una postura señalando una característica o creencia impopular de esa persona, en vez de criticar el contenido del argumento que defiende la postura contraria. Si bien algunos de estas descalificaciones o insultos pueden parecer ingeniosos a unos cuantos, la realidad es que son una clara evidencia de su falta de razón, poca tolerancia y honorabilidad.
¿Quién gana al usar este tipo de argumentos? Nadie. Se pierde una oportunidad de razonar y dialogar y con eso, perdemos todos, peor aún, pierde México.
“Una democracia saludable requiere una sociedad decente; requiere que seamos honorables, generosos, tolerantes y respetuosos”. –Charles W. Pickering
Feliz domingo a todos. Gracias por leerme.
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Has considerado aprender algo de la ley dela afinidad (leyes universales) ?
Fernanda, buen trabajo por la democracia y el Respeto de todas las personas., Paul Lennon, exLegionario de Cristo en Guatemala