“No mentir, no robar y no traicionar el pueblo” Andrés Manuel López Obrador
Existen mentiras enormes como catedrales o mentiras sin importancia, todas ellas faltan a la verdad. Hay quienes lo hacen divinamente bien, otros de un modo bastante torpe, todos son mentirosos. Si algo nos hermana como seres humanos es que todos –y desde bastante corta edad– hemos mentido alguna vez; pero detestamos que nos mientan.
Ser un buen mentiroso no es algo fácil; para mentir bien hay que tener una memoria privilegiada y ser congruente con la mentira. Quizá lo más importante para ser un buen mentiroso es que no te importe que te descubran en la mentira; porque tarde o temprano lo harán. Uno pensaría que en estos tiempos, en que casi todo lo que hacemos queda documentado, ya sea en una grabación, video o foto, cualquiera se lo pensaría dos veces antes de decir una mentira y habría, si no más honestidad, más cuidado al mentir. No es así. Tenemos claros ejemplos de quienes mienten sabiendo que hay videos que contradicen sus declaraciones.
Lo verdaderamente absurdo en el tema de las mentiras, es que muchas veces acabamos creyendo las propias. Una vez en el autoengaño, es difícil el ver con claridad. Bien reza el refrán que: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Cuando decidimos poner una venda ante nuestros ojos, nadie que puede quitárnosla.
En términos de política, tenemos claro es que estamos hartos de las mentiras y la falta de honestidad. Y como sucede en nuestra vida, el enojo que se genera ante una mentira no proviene del hecho que trataron de ocultar, sino de la falta de honestidad y la subsecuente pérdida de confianza que tuvimos con esa persona. En otras palabras: no nos enoja una realidad como la pandemia, sino que nos mientan sobre ella y que sea muy difícil que podamos creerles.
En noviembre del año pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó la “Guía ética para la transformación de México”. En ella, en su apartado 12, habla sobre la verdad, la palabra y la confianza y dice: “Una persona miente cuando tergiversa o deforma los hechos en forma deliberada, aun sabiendo que lo que expone es parcial o totalmente falso. Esa conducta deteriora rápidamente las relaciones sociales y a la larga termina por afectar al mentiroso”.
De acuerdo con un artículo publicado en la Revista Forbes en abril este año, el presidente Andrés Manuel Lopez Obrador miente hasta ochenta veces en cada conferencia. En otras palabras, conforme a lo que dice la Guía: cada conferencia que da “tergiversa o deforma los hechos en forma deliberada, aun sabiendo que lo que expone es parcial o totalmente falso” ochenta veces. El presidente puede decir muchas cosas bonitas y dar mensajes esperanzadores sobre el buen rumbo del país; pero la realidad está ahí y él sabe que no coincide con sus palabras.
Para una verdadera transformación, la verdad debería ser la piedra angular en todas las comunicaciones. Es imposible hablar de transformaciones cuando no hay un cambio y sólo vemos simulación y palabras huecas. La “cuarta transformación” que tanto nos prometieron, sin hechos que la sustenten, es solamente una frase vacía. No nos engañemos, los hechos están ahí, frente a nosotros todos los días. Parecería que olvidaron su propio lema: “No mentir, no robar, no traicionar el pueblo”. Ojalá nuestro presidente lo recordara, se diera un golpe de timón en ese tema, y que la honestidad fuera lo que definiera los tres años y meses restantes de su mandato. ¿Creen que sucederá?
Buen domingo a todos y gracias por leerme.
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