Hace unos días, leía sobre el descubrimiento de una momia de aproximadamente 4,300 años en la necrópolis de Saqqara. De acuerdo con BBCNews “Se cree que los restos, pertenecientes a un hombre llamado Hekashepes, es una de las momias no pertenecientes a la realeza más antiguas y completas jamás encontradas en Egipto”. Pueden leer la nota completa aquí. La necrópolis de Saqqara es un lugar fascinante con un personaje muy especial. Dejemos pues que ella, la pirámide escalonada, nos cuente su historia.
Si los muros hablaran…
Me encuentro en la necrópolis de Saqqara, al noroeste de Menfis. ¡Ah la legendaria Menfis!, cuna de faraones, reinas, príncipes que construirían obras extraordinarias, antigua capital de Egipto o Kemet el lugar de la tierra negra, como lo llamaban sus habitantes cuando me construyeron.
Permítanme que les hable de mí. Mis muros son escalonados de piedra, realizados para el descanso y resurrección del faraón Dyeser*. Soy, sin duda, la estrella de la necrópolis de Saqqara. Sé que hay a quienes no les agrada confesar su edad y ¡Por Isis! hacen bien. Sin embargo, yo estoy orgullosa de la mía. Estoy cerca de cumplir cinco mil años. Leyeron bien. Me construyeron veintisiete siglos antes del nacimiento de Jesús. He resistido el viento, el intenso sol del desierto por casi cinco milenios. Mi nombre se da por mi forma y el lugar en que me encuentro: La pirámide escalonada de Saqqara.
No es que quiera yo presumirles pero soy la primera construcción de piedra a gran escala en el planeta. Se dice fácil, pero para construirme se requirió de un mayor número de mano obra calificada para trabajar con la piedra que mis predecesoras, las mastabas realizadas con ladrillos de adobe, además de planeación y organización al extremo. Cuando me construyeron, Egipto ya era un Reino unificado, próspero y con profundas creencias en la vida en el más allá y soy un reflejo de ello.
Dyeser, cuyo nombre quiere decir sublime, encargó mi construcción a su chaty (algo así como un primer ministro), Imhotep. No era un encargo menor, e Imhotep quería hacer algo diferente a las mastabas de la época. Así llegó a la idea de sobreponer una a otra para darme la forma que hoy tengo. Un hombre extraordinario, mi creador Imhotep, quien además además de servir al faraón como chaty, era un sumo sacerdote de Ra en la vecina dudad de Heliópolis. Ra, el sol. Ese sol dador de vida que los egipcios adorábamos, ya fuera como sol naciente, en el cenit o al atardecer. Sus conocimientos de aritmética y geometría le fueron indispensables para levantar mis muros. Tengo el privilegio de poder decir que me construyó un ser excepcional y no exagero. Imhotep no sólo es considerado por muchos no sólo el primer arquitecto; sino también, el primer médico y padre de la medicina egipcia. Lo mismo construía un templo; o sanaba un paciente que oficiaba un ritual o escribía poesía. En todos estos siglos, puedo decir que han habido pocos, muy pocos hombres como Imhotep, o “aquel que viene en paz” y por eso se le reverenció casi como a un dios, tala y como consta en una inscripción en el templo de Karnak: “Te saludo querida divinidad ¡Imhotep, hijo de Ptah! (...) Los hombres te aplauden y las mujeres te adoran. Todos exaltan tu bondad para que les cures (..) Te traen ofrendas y regalos. Te profieren alabanzas (..) Que ingieras cerveza con tus hermanos los viejos dioses, y alimenta luego a los espíritus rectos”.
Imhotep, con su inteligencia poco común, diseñó bajo mis muros un laberinto de túneles y cámaras de casi seis kilómetros de longitud a 28 metros de profundidad a fin de que yo pudiera tener un espacio para albergar al difunto faraón, sus familiares y también para poder almacenar sus bienes y las ofrendas que necesitará para su uso en el más allá.
La cámara funeraria que Imhotep colocó en mis túneles, es una especie de bóveda formada por cuatro capas de ancho granito. Su entrada fue sellada con una pieza de 3.5 toneladas. Eso sí, tengo que aclarar, que la determinación de los saqueadores de tumbas, fue mayor que el número de estrellas que hay en el cielo y la sabiduría de Imhotep. Por ello, cuando los arqueólogos descubrieron mis túneles ya no había nada de valor en ellos. Nada.
Imnhotep me rodeo, junto con otros edificios del complejo de Saqqara con un muro de piedra caliza tallada de más de diez metros de altura. Ideó muchas puertas pero sólo una entrada, ya que esas puertas (que algunos llamarían puertas falsas) son para el paso del Ka o fuerza vital del faraón al más allá. Más allá del portal, está una sala con veinte pares de columnas de piedra caliza de más de seis metros de altura, que parecen atados de carrizos.
Los faraones que gobernaban Egipto ya no están, tampoco sus dioses. Algunos dirán que han muerto, pero yo sé que siguen ahí, en otras formas, con otros nombres ¿No hay un sol todos los días? ¿No está el cielo cubierto de estrellas? ¿No están ahí las arenas del desierto? ¿No sigue su curso el río Nilo? ¿No hay hombres que se enamoran, mujeres que paren a sus hijos? Sí. Son otros hombres, otras mujeres otros gobernantes, otros dioses. Tiempos distintos, pero en el fondo nada ha cambiado, pueden creerme, llevo siendo un testigo pétreo de la historia por muchos, muchísimos años y sé que la naturaleza humana en esencia es la misma.
*Dyeser (también conocido como Necherjet, Djoser o Zoser)
Buen domingo a todos. Gracias por leerme.
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